Es dar vida, afirma el papa Francisco. Esta realidad la constatamos en nuestros orígenes como instituto de vida consagrada. A finales del siglo XIX, Madre Carmen del Niño Jesús escucha el clamor de los pobres que conmueve su corazón y sale al encuentro de ellos con la mejor herramienta que puede dignificar a la persona: la cultura.
Madre Carmen se pone manos a la obra para acoger a sus «angelitos», como ella llama a los niños, sin más recursos que la Divina Providencia procurando una formación de calidad a las hermanas que iban a estar al frente de esta labor educativa; acogiendo a todo aquel que llamaba a su puerta o saliendo al encuentro del necesitado; empeñándose en formar en las virtudes sólidas el corazón de la juventud; buscando cultivar en todo momento el espíritu de familia; anhelando enseñar a todos el amor que Dios les tiene.
Estas son nuestras raíces. Estos son los latidos que comenzaron en el corazón de Madre Carmen y que hoy, a través de nuestra congregación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones que ella fundó, prosiguen su ritmo adaptándose a los signos de los tiempos.
Como Madre Carmen, queremos contribuir a la formación integral de la personalidad cristiana de los alumnos a nosotros confiados para que, realizada una síntesis personal entre fe y vida, ofrezcan al mundo de hoy el mensaje evangélico del Bien y la Paz. Creemos fundamental para esta labor, como nos exhorta el papa Francisco, que los alumnos puedan armonizar en su vida las tres lenguas que toda persona madura debe integrar: la lengua de la mente, del corazón y de las manos. De ahí que consideremos imprescindible la formación continua del educador, agente privilegiado de la misión educativa, que promueve una calidad de enseñanza y la trasmisión de no sólo valores enunciados sino también testimoniados.
Como Madre Carmen, buscamos que nuestros Centros Educativos sean espacios de acogida sin distinción de raza, lengua, cultura o religión; lugares de encuentro creadores y artífices de paz en los que niños y jóvenes experimenten la seguridad de sentirse respetados, valorados y amados.
Como Madre Carmen, queremos acercar la educación a la vida. Consideramos fundamentales los proyectos de innovación que conducen a construir una sociedad más justa, solidaria y fraterna. Una sociedad que cuida de la hermana madre Tierra como casa común. Una sociedad en la que la cultura, el arte y la investigación son la otra cara del bien, la belleza y la verdad. Una sociedad en la que se respeta la máxima dignidad de la persona como hijo de Dios.
Estamos convencidas de que esto no es posible sin una fe arraigada en el Evangelio. El estudio de la Palabra de Dios, la profundización en la persona de Jesucristo, la presencia maternal de María, la búsqueda de espacios y tiempos que promuevan la interioridad, el silencio y la celebración comunitaria de la fe a través de los sacramentos serán el clima que propicie el encuentro con Dios que llena de sentido el corazón humano. Esta labor se proyecta fuera del horario lectivo a través del movimiento Paz y Bien y de la colaboración con la parroquia y con la Iglesia Diocesana.
En definitiva, como Madre Carmen, deseamos que nuestra Comunidad Educativa sea una Casa con las puertas abiertas donde el Corazón es Jesús que está vivo en la Eucaristía y presente en el Sagrario. Él es quien impulsa nuestra misión y nos lleva a crear y a fomentar los lazos de familia desde la sencillez, la alegría y la gratuidad. Familia unida en un mismo latido.